Suena el teléfono a
media calle, mientras camino por la acera.
Elizabeth me llama
otra vez. Decido no contestar, solo lo dejo sonar.
Anoche soñé con ella,
y los duendes de jardín. La extraño.
Extraño su sonrisa. Y
la perdí junto con mi ultimo boleto de avión.
Se fue rumbo a París,
a ver la torre Eiffel, y tomar vino, y comer pan duro.
Se llevo uno de mis
ojos. A ella siempre le gustaron los dos, pero no se los podia dar.
Ahora no lo entiendo.
Ella es Feliz. ¡No se suponía debía ser feliz sin mi!
Es una egoísta…
Ella pidió ayuda y la
tuvo. Yo pido ayuda, y me dan un aplauso. Y una flor marchita.
Ella no esta, se fue.
Ella ahora vive en el infinito.
Yo no existo, solo
respiro con el molesto timbre del teléfono de fondo.
La ambulancia ya
viene por mi. No llores por mi Argentina, no llores.
El ultimo tango lo bailamos
juntos.