Era otro día más, como esos que me encantan: fríos, melancólicos, tristes, desolados, y tan vacíos como para estar solo en casa.
Me encontraba desesperado, con mucha rabia en mi interior; quería gritar, quería llorar…
Concentre todo ese sentimiento, en una persona, la misma que me había dejado así, la misma que me había traicionado, la misma que me había destrozado el alma. Me levante de golpe, y tome mi varita; me dispuse a devolverle el favor.
Camine lentamente mirando las grandes nubes negras del cielo, los tristes árboles deshojados y las calles húmedas y frías por la lluvia; vestía mi gabardina negra, algo que me daba mas confianza y alimentaba ese álter ego cruel y malvado que llevaba dentro de mi, con sed de venganza, con sed de maldad.
Mis botas daban pasos firmes, sin intenciones de dar marcha atrás, solo mirar para adelante. Me dispuse a acabar con esto.
Nomás llegue a donde vivía ella, toque esa vieja puerta de madera tres veces, como acostumbraba hacerlo. Espere a que ella me abriera la puerta y sigilosamente guarde mi varita en uno de los bolsillos internos de la gabardina, ella nunca se daría cuenta que la llevaba con migo.
Giraba la manija de la puerta, y una silueta femenina me recibía. Era ella.
Al verme sonrío y no tardo en dejar ir uno de sus típicos saludos:
-Hey, que ondas!!! ¿Cómo estas?
Me dispuse a ser discreto y contestar de manera natural para que no sospechara mis intenciones.
-Bien, gracias. ¿Como estas tu?
-Muy bien. Pasa, pasa…
Me dejo entrar, ahora solo tenia que esperar el momento adecuado para actuar; y esperar que pasara lo que pasara, no se diera cuenta de mi plan.
Me sentó en un sillón, uno que solíamos usar para hablar de nuestras vidas; recordaba yo un vieja terraza en el patio de su casa, le pedí que me llevara a aya. Ella acepto, se sugirió que yo quería un cambio de ambiente para mi visita.
Me llevo al patio, donde estaba la vieja terraza de su familia, espere a que ella cerrara la puerta de la casa para comenzar a actuar.
Fui asquerosamente directo, y tan honesto como nunca antes pude ser. Le dije todo, todo…
-¿Sabes a que vine? Le pregunte.
-Pues, no se.
-Hay algo de lo que tengo que hablar con tigo, algo relacionado a como me siento en estos momentos…
-Mmm… Dime, te escucho.
Y solo así, dispuesta a escuchar lo que tenia que decir, esa guardo silencio y esperó.
-Estos últimos meses, han sido un martirio para mí, un constante sufrimiento emocional y mental, y todo lo provocaste tú.
Puedes decir que es egoísta culpar a otros, puedes decir que es sencillo evadir la culpa o deshacerse de ella; pero la verdad es que tu me causaste este mal, y después de mucho meditarlo, he tomado un decisión muy cruel y final sobre este asunto. Hoy he venido a regresarte ese favor que tú me hiciste.
-¿Favor? ¿De que estas hablando? ella contesto.
-Veras, hace meses tu tomaste una decisión que cambio mi mundo totalmente; me destrozo, y ahora que tengo estas secuelas debido a ese asunto, creo que lo mas correcto es, que te haga ver el mal que me causaste.
Metí la mano al bolsillo de mi gabardina, tome mi varita y fue entonces cuando ella empezó entender el juego que estaba jugando.
La mire fijamente y apunte mi varita hacia donde estaba ella, y fue cuando pronuncie las únicas palabras que pensé nunca pronunciar, el hechizo que acabaría con todo. Tome un último respiro y lo dije:
-AVADA…
Y en ese mismo instante ella se hecho a llorar, se tiro de rodillas y agacho la mirada esperando lo peor. Fue en ese momento cuando volteé la dirección de la varita hacia mi mismo, y termine de pronunciar el hechizo.
-KEDABRA…
Hubo un silencio, interrumpido por el golpe de mi cuerpo en el suelo. Fue cuando ella se dio cuenta de lo que había pasado…
Me había suicidado. Eso le causaría más dolor, que el hecho de yo haberla matado a ella.