martes, 13 de julio de 2010
Conciencia y Coincidencia
Y me encontré en una plaza pública, de alguna parte de la Republica Mexicana, portando un uniforme elegante, acompañado de un grupo de hombres y mujeres, que junto conmigo compartían el honor de luchar esa eterna guerra. Y ahí, nos dispusimos a perder el respeto y los valores, las meras ansias de luchar eran las armas que cargábamos en el hombro, y asimismo lo entendimos, como una obligación, como una misión de honor y justicia, -palabras muy a la moda últimamente- sin miedo a la muerte; nunca miramos atrás, solo seguimos los instintos animales que las bestias humanas nos enseñaron.
Pero perdimos, uno a uno, las filas se llenaron con espacios vacios, con heridas de guerra que nunca sanaron, con amnesia eterna a la juventud; solo fuimos el humo que se llevo la brisa del cañón disparado por el enemigo.
Y me encontré en una abadía europea, no sé si fue en España, en Francia, Italia o Inglaterra, tal vez Alemania, eso no me importo mucho, solo sabía que ahí estaba yo, vestido como un viejo monje de la inquisición, me tome el papel de verdugo para los que estuvieran en contra de mi amado Dios, un ser supremo que todo lo sabe, hasta mis más profundos secretos, mis más profundas adicciones, a esas tentaciones humanas, a esas carencias morales e inhumanas que me vuelven loco, me traen recuerdos de la villa donde viví, la villa que irónicamente, quemaron en nombre de mi Dios.
Ahora que me cobijo en los brazos del perdón, y me olvido de toda razón, es cuando escucho las aves cantar a mi alrededor, es cuando acaricio las flores del bosque, es cuando saboreo la frescura del agua de manantial, del mismo manantial donde fui purificado la primera vez, para borrar mi pasado natal, mi esencia maligna, mi yo interior, ahora me quedo parado como uno más de los que prometieron darlo todo, por una explicación que nunca entendió.
Y me encuentro ahora, en lo más bajo de la tierra, rodeado por cenizas y llamaradas de amor, de comprensión y respuestas, donde yo caí muy profundo, hubo alguien que subió muy alto, donde yo perdí la razón por mera curiosidad, hubo uno que tomo mis consejos, y los convirtió en sabiduría, en un libro abierto para las masas hambrientas de mas vida, mas humanidad, egoístas como ellas solas, sin valores morales, solo competitividad y la capacidad de mirar muy lejos, mas allá de lo que tenemos ahora, mas allá de lo que tendremos en cien años, mas allá de lo que sentimos en realidad, solo como cadáveres de gran intelecto, como marionetas sin espíritu de vivir en realidad, sin espíritu de recordar, solo códigos de barras que esperan ser vendidos en la tienda,
Solo una marca que queda viva en la historia del tiempo, el reloj que nunca se detuvo a pedir perdón, ahora cae en las garras del descanso eterno.
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