lunes, 11 de julio de 2011

La balada del hombre sin alma II



Heme aquí, cuan viejo susurro
Mirando al horizonte, escuchando un murmullo;
Aquellas mentiras que cuentan sirenas,
Aquellas pasiones que cuentan cabezas;
Aquí mi corazón, hueco e invisible,
Sin tallos ni huesos, solo un fusible.
Le digo hola a mi vieja botella de whiskey
Le digo adiós a mi juventud con todo y lo triste;
Heme sentado, mirando a las aves volar,
Con una mano en el vientre y otra en el hogar;
Mirando las horas caer al compás de una balada,
Aquella mis amigos, que nunca debió ser tocada…
Valiente y crujiente fue el último aliento,
Aquel que maldijo hasta el mismísimo viento,
Aquel de desgarro lo más profundo del alma,
Aquel que se apago como vela, al despuntar el alba…

Heme aquí, cuan viejo trovador,
Más ebrio que vivo, más terco que soñador;
Mirando a la viuda negra bailar su último tango,
Creyendo en palabras a la vez que cayendo al fango,
Solemnemente aquí no hay más que dos pesetas.
Más colillas de cigarros, y unas cuantas recetas;
Pensando en lo mucho que cuesta la vida,
Planeando de que manera poder emprender la huida,
Hacia las calles de nubes y rascacielos,
Haya muy lejos, donde no existan los miedos.
Muy abajo en el océano, donde fuimos un silencio,
Tiritante es el pensamiento, aquel que fue intenso,
 Que baja por mi garganta hasta el corazón,
Se convierte en deseo y olvida toda razón.
Por eso os digo, y aquí me despido,
Esta balada, jamás fue escuchada…

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