Parece que se tiene todo, cuando no se tiene nada.
Cometer errores, esperando no cometerlos.
Confiar en las personas que no merecen nuestra confianza, y darles
las espalda a quienes si la merecen.
Correr de espaldas, regresando.
Ver a una pareja alegre, pensar en las marcas de tu cara,
Las lágrimas y las sonrisas. El corazón a medias, como el pastel.
Ya nada queda, el boleto de lotería, los libros del colegio, las
botellas vacías de vino barato.
Casi como si hubiera estado planeado; casi, porque lo planee y no
paso.
Adiós y ayer son las mismas palabras. Para ella.
Para mí no. Para mi nada queda.
Dejamos de vernos, y de hablarnos,
De llorarnos, y de llorar por otras personas a escondidas.
¡Un bebé! Que jamás nació, pero se engendró.
Nuestro futuro, nuestra esperanza.
La sonrisa fingida, y la lecha tibia.
Nada queda…. Ni las sobras…
Nada…
Para qué hablar, si el veredicto del juez apuntó que ella ni fue perfecta, ni nunca se esforzó por serlo, ni jamás le importó el ser amado. Las palabras destruyen y condenan, por lo que resulta mejor llorar en silencio, al ritmo de la lluvia.
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