De esas veces que el
alcohol no sabe a alcohol, sino a jarabe para la tos.
Cuando escuche el silbato del
tren, solo pienso en lo mucho que te amé.
Ella nunca se enteró. Solo
quería revolcarse como cochi sobre la mierda. Sobre mí.
Entre cuerdas de acero y
lonas de sudor y sangre.
Pericles que compuso esta
balada, ahora se lamenta las horas de Octubre.
¡Ni uno más! Gritan los
sordos. ¡Ni uno más! Lloran los ciegos.
Porque entre las calles y
las alcantarillas, nacen esos fétidos deseos.
Porque la carne más buena,
no es la más blanda, sino la más salada.
Al carbón saben mejor las lágrimas
y las pechugas.
Tres kilos fue todo lo que
comí. Y los que vienen conmigo, repitieron merengue.
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