Hoy la sultana me hizo
llorar, me invito a su casa y me dio de cenar.
Me sirvió una copa de
vino, y me abrazó con cariño;
Luego se quitó la ropa, y
me sedujo con calma, me invito a observar,
Ese triste juego de
cartas donde yo soy el apostador, y el perdedor.
Destrozó mi orgullo, y
lo sirvió en su mesa, con un poco de sangre menstrual.
La sultana es una mala
persona. Y aun así, aquí estoy, clavado a sus ojos.
La veo y la extraño.
Extraño sus curvas, sobre la mesa de póker.
Quisiera perder la
conciencia, y ganar mi dignidad otra vez.
Hoy la sultana me hizo
llorar, me golpeó en la cara con un guante blanco,
Se despidió de mí, sacándome
a rastras de su casa. Yo me resistí.
El caldo de pescado no
estaba bueno. La tarta de manzana hubiera estado mejor.
Por eso, la mire a los
ojos, y con el ceño fruncido le dije a la cara: ¡VENDETTA!
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