El tiempo en la memoria corre libre como agua de río.
Río que fluye para adelante.
Los pedazos de oportunidad, las caricias y las
monedas, no se cuentan.
Los retazos de papel que adornan la galería de arte
que llamamos comedor familiar;
Y cada alarma de despertador que asesina sin piedad a la
paz mundial.
Eso somos. Pequeñas flores en el asfalto. Mendigando un
poco de luz y agua.
Esperanza de ver otro día, bajo las fuertes pisadas de
la urbanidad.
La casa de espejos, y los payasos que mendigan
sonrisas, a cambio de una luz verde;
Cada crucero es una historia nueva, un nuevo día.
¡Y un alto! Inesperado, como esas malas sorpresas que
te da la vida de vez en mes.
Porque ya no vale la pena sonreír, si al final del día
hay otras cuentas que pagar, y pegar.
El auto descompuesto, el embarazo inesperado, la
tarjeta de Coppel...
Todo lo que no queremos que se vuelva realidad. La
realidad misma.
Y la luz de día que nos invita a seguir en el ciclo de
vida… porque esos somos:
Solo unas pequeñas flores en el asfalto, intentando
sobrevivir…
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