jueves, 4 de agosto de 2016

Acapella


Ojala el infierno en lugar de llamas, ardiera en canciones
y que los sueños mordidos parecieran ácidos psicodélicos,
para pegar un viaje de ida y vuelta a aquellos instantes pasajeros
aquellos, donde un día el sexo y la sangre coexistieron.
Unidos por un vaso de agua, y una caña de azúcar,
unidos como un hombre y una mujer, en sacrilegiado matrimonio,
con carne de pollo y carne de res, vaca sagrada de la conformidad.

Fuimos ángeles y guerreros, caballeros de plateadas armaduras, 
y nobles espadas ensangrentadas. Lo fuimos todo.
La nobleza, y la lealtad a la realeza, dos maldiciones con las que cargamos,
aquellos que no pronunciamos su nombre, aquellos, que no podemos recordarlo.
Paciencia y un poco de jugo de uva. La copa de oro, y las horas contadas.
Esta noche, el Rey ha muerto. ¿Y somos nosotros los culpables?
No. Somos nosotros los beneficiados.

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